Solo en raras y conflictivas excepciones en el
último medio siglo, Cuba ha salido a relucir en la gran prensa norteamericana.
Antes del 17D si la Isla no estaba en titulares, menos se hablaba de la sede de
su misión en Washington DC, un edificio de una arquitectura imponente en una
ciudad de grandes monumentos, pero con una zona residencial de monótonas
construcciones de ladrillos rojos o madera bruñida, diminutos jardines y carros
enterrados por la nieve en los bordes de las aceras.
Los periodistas locales apenas estaban enterados de la
casona marcada con el número 2630 de la Avenida 16, NW (Noroeste), antes del
anuncio del inicio del proceso para restablecer las relaciones entre ambos
países. Solo los más veteranos recordaban ciertos hechos aislados. Por ejemplo,
la bomba que el grupo terrorista Omega 7 hizo estallar en mayo de 1979 frente a
este sede. O los momentos del caso Elián, que arremolinó a los reporteros en la
verja de la oficina diplomática.
Algunos comentaron una cortés invitación, en el 2011, a
tomar el Daiquirí preferido del escritor Ernest Hemingway, por supuesto sin
costo alguno para los asistentes. El bloqueo impedía -y aún lo impide- hacer
cualquier transacción de Cuba con el dólar y menos en Washington DC. Pero los
reporteros no olvidaron este gesto de los diplomáticos o probablemente les
sirvió de pretexto para decir lo que pensaban del absurdo castigo de su
gobierno a los cubanos.
“Hay muchos a quienes les gustaría seguir viendo las
relaciones entre Estados Unidos y Cuba a través del prisma de un embargo
anacrónico y una disputa por los derechos de propiedad, los derechos humanos y
otras diferencias – pero dado que la Guerra Fría terminó en el resto del mundo,
dado que la China comunista es ahora la gran financiera de Estados Unidos, dada
la apertura y el increíble progreso económico de Vietnam- carece de sentido que
Estados Unidos y Cuba no normalicen sus relaciones”, escribió en el 2011 Steve
Clemons, en The Atlantic.
Lo extraordinario es que ese congelamiento de las relaciones
que ha durado más de medio siglo y no inició Cuba, paralizó una impresionante
red de servicios a los cubanos residentes en EEUU. De 1902 a 1961, había en
territorio norteamericano 48 representaciones consulares de la Isla, de las
cuales casi 30 permanecían abiertas en enero de 1959, cuando la población
cubana era de poco más de 5 millones de habitantes y en Estados Unidos vivían
alrededor de 150 000 cubanos.
Ahora no hay más que esta sede para atender a 1,8 millones
de ciudadanos nacidos en la Isla o descendientes de cubanos -el 3,5 % de la
población hispana y latina residente en EEUU-, de acuerdo con datos del Buró
del Censo de los Estados Unidos, en el 2010.
No es difícil imaginar la abrumadora tarea para el manojo de
diplomáticos, que debe bregar desde hace más de un año con un problema
adicional: ningún banco estadounidense acepta operar con cuentas cubanas por
temor a ser penalizados. El bloqueo, más la inclusión de Cuba en la lista de
países patrocinadores del terrorismo que realiza unilateralmente el
Departamento de Estado, “tiene efectos prácticos”, aseguró Josefina Vidal, la
directora general de EEUU en la Cancillería cubana y jefa del grupo negociador
cubano a la segunda ronda de conversaciones para el restablecimiento de las
relaciones diplomáticas y la apertura de las embajadas en ambos países.
El gobierno de EEUU admite que “está trabajando en la
solución de esos asuntos y espera recibir noticias en las próximas semanas”,
pero a “efectos prácticos”, como dice Josefina, el bloqueo hace diana en esta
casa de Cuba. Y no hay más que traspasar el umbral de la preciosa fachada de la
Avenida 16, al Noroeste de Washington DC.
Hoy todo el
servicio consular lo ofrece una sola oficina en la Avenida 16, para una
población incomparablemente superior y con serias dificultades debido a las
irregularidades del servicio bancario estadounidense a la sede diplomática
cubana.
Un estudio de dos
investigadoras del Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI), de
La Habana, María Silvia Fernández y Denia Bada González, reconoce que diez de
aquellas oficinas tuvieron el rango de Consulado General: la de Nueva York, Miami,
Tampa, Los Angeles, San Francisco, Boston, Filadelfia, Nueva Orleáns,
Washington D.C. y San Juan de Puerto Rico.
La Florida fue el
estado donde más consulados se abrieron: nueve -Fernandina, Cayo Hueso, Fort
Lauderdale, Palm Beach, West Palm Beach, Pensacola, Jacksonville, Tampa y
Miami-.
Esto es un ejemplo
del estado de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, dicen las investigadoras
del ISRI: “Hasta 1961, año en el que el gobierno del presidente Eisenhower
rompió las relaciones diplomáticas con el gobierno revolucionario cubano, Cuba
contaba con un servicio consular relativamente extenso para la época y para su
población emigrada en aquel país, mientras hoy con una población emigrada
muchísimo mayor cuenta con sólo una oficina consular”.
Fuente:Cubadebate
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