.Queridos compañeras y compañeros:
Las cubanas y los cubanos que estamos aquí nos sentimos
felices, porque en la Cumbre de los Pueblos, Sindical y de los Movimientos
Sociales de Nuestra América estamos en nuestra casa.
La más recordable de las llamadas Cumbres de las Américas es
la cuarta, en 2005, porque ella fue la del viraje: el principio del fin del
panamericanismo imperialista. En el estadio de Mar del Plata, la Cumbre de los
Pueblos de Nuestra América repudió el ALCA. Siempre recordaremos aquel día, y
el discurso del Presidente de la Venezuela bolivariana, Hugo Chávez Frías,
líder de su patria y nuevo conductor que le había nacido con el siglo a la
causa de la liberación. Hugo habló por los pueblos ese día, como hablará hoy
aquí Evo por los pueblos. Y en la reunión de los gobernantes en Mar del Plata
se levantaron voces de jefes de Estado que rechazaron el dogal imperialista y
exigieron relaciones justas, basadas en el derecho internacional y en el
respeto a las soberanías nacionales. Esa conjunción de pueblos y gobernantes
acabó con el intento imperialista de imponer el ALCA, una gran victoria que le
dio impulso al entonces naciente proceso de independización de nuestros Estados
latinoamericanos y caribeños.
La soberbia y el desprecio son rasgos permanentes de la
conducta de los gobernantes de Estados Unidos, aunque a veces traten de
disimularlos. Después de décadas de terribles y criminales represiones, en 1994
creyeron que era la hora de alinearnos como borregos obedientes, ahora con
gobiernos que disfrazaban su entreguismo, su corrupción y la creciente miseria
de las mayorías con los apellidos que le ponían a la palabra democracia.
Entonces promovieron el ALCA e inventaron las Cumbres de las Américas. Por si
hubiera dudas, la primera fue en Miami. Pero encontraron obstáculos en algunos
países que se resistían a abrirse a ese nuevo paso de la explotación. Esos
escollos se profundizaron por la oposición de numerosos países en la
Conferencia de la Organización Mundial de Comercio en Cancún, en 2003.
Mientras, la protesta popular en las calles se enfrentó siempre a aquellos
encuentros, estuvo en Cancún y ha ido organizando y efectuando cumbres como
esta de Panamá.
La derrota del ALCA en 2005 fue en realidad un campanazo. El
14 de diciembre de 2004, Cuba y Venezuela habían fundado el ALBA en La Habana.
En diciembre de 2005, las luchas heroicas de los bolivianos se plasmaron en una
victoria electoral completa que convirtió en presidente de la república a un
líder popular de raíz autóctona, Evo Morales. El 29 de abril de 2006, Bolivia
se unió a la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, y le sumó
su concepto de Tratado de Comercio de los Pueblos. Otros países
latinoamericanos y caribeños se integraron a esta organización internacional de
nuevo tipo, que tiene como prioridades la solidaridad y la voluntad política.
Aquel mismo año 2005, Hugo Chávez lanzó la creación de Petrocaribe, que brinda
petróleo en términos solidarios a países de esa región.
En 2008 sesionó en Salvador de Bahía la I Cumbre de América
Latina y el Caribe (CALC). Por primera vez en la historia se reunieron los
jefes de Estado y de gobierno soberanos de la región sin Estados Unidos ni
Canadá. Allí se convocó a una II Cumbre, celebrada en febrero de 2010 en
México: la Cumbre de la Unidad de América Latina y el Caribe. En ella se aprobó
la creación de una entidad permanente de los 33 países de la región, lo que se
efectuó en Caracas, en diciembre de 2011. Esa III Cumbre, que asumió también a la
CALC y el Grupo de Río, creó oficialmente la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños, la CELAC.
En 2008 se constituyó la Unión de Naciones Suramericanas,
UNASUR, integrada por los doce Estados de esa región. Es una instancia
permanente que posee un gran valor como foro de concertación política, y que ha
dado muestras de firmeza en su defensa de gobiernos legítimos con apoyo
popular, frente a intentos golpistas. En su Cumbre de Jefes de Estado y de
Gobierno celebrada en Quito en diciembre pasado expresaron objetivos
integracionistas concretos y ambiciosos. Ernesto Samper, su nuevo secretario
general, declaró: “tenemos que pensar en un nuevo bloque, el bloque Sur–Sur (…)
si no tenemos nuestro propio bloque, las reglas nos las van a poner otros bloques.”Otras
organizaciones internacionales de esta región participan en esfuerzos
integradores, por sí o en colaboraciones con los mencionados.
Una nueva realidad y un nuevo lenguaje han nacido y crecido
en la América Latina y el Caribe, un continente que se ha convertido en
vanguardia en el mundo actual. Un ejemplo de esto último es la Proclama de
América Latina y el Caribe como Zona de Paz, acordada en La Habana en la II
Cumbre de CELAC por la totalidad de sus Estados miembros. Desde el punto de
vista geopolítico se han abierto nuevos espacios de concertación económica y
política que pueden llegar a tener una importancia decisiva. En cuanto a los
Estados y gobiernos, estamos ante hechos nuevos de un enorme alcance potencial:
la actuación independiente que no se pliega a Estados Unidos, el control sobre
los recursos naturales del país y acciones encaminadas a beneficiar a sectores
que están entre los más pobres, mediante redistribuciones de la renta y otras
iniciativas. Analistas clasifican como de izquierda o centroizquierda a los
gobiernos de países en los cuales vive algo más de la mitad de la población de
la región.
Pero en cuanto nos asomamos a la situación en que viven las
mayorías del continente, aparecen las realidades seculares de desigualdades, pobreza
y miseria, y su agravamiento por el desastre social que conllevó la
implantación del neoliberalismo. Durante décadas, Cuba ha sido uno de los
denunciantes de esa situación, y en CELAC ha señalado que debe ser una tarea
primordial enfrentar y erradicar el hambre, la pobreza y las desigualdades. Al
hablar en la III Cumbre en San José de Costa Rica, el 28 de enero pasado, el
presidente Raúl Castro enfatizó que esta región es la más desigual del planeta,
que registra 167 millones de personas viviendo en la pobreza y uno de cada
cinco menores de quince años vive en la indigencia. “¿Qué pensarán las decenas
de millones de marginados acerca de la democracia y los derechos humanos?”,
preguntó. “¿Cuál será su juicio sobre los modelos políticos? ¿Qué dirían si se
les consultara sobre las políticas económicas y monetarias?”
Esto nos lleva a la complejidad real de la situación
concreta actual. A la acumulación de fuerzas lograda desde puntos de partida al
interior de lo que ha sido el sistema de dominación, sus reglas de juego
político y su legalidad, escollos
enfrentados con la conciencia política y
social que guía los combates, las resistencias y las voluntades que pretenden
ir mucho más allá de lo que parece posible, y de las insuficiencias propias.
Nos lleva a no olvidar la heterogeneidad de los componentes de la gran
coalición que está impulsando la fase actual de la independización continental,
ni a la contraofensiva taimada o abierta, subversiva o cooptadora, de las
clases que no quieren ceder su poder, su lucro y sus privilegios. Y sobre todo
a la unión que tendrá que venir y a las jornadas y los procesos decisivos, en
los que la gente común se tornará histórica.
Durante gran parte de mi vida he estudiado los movimientos
populares de la América nuestra, he acompañado en sus prácticas a más de uno y
he analizado las realidades desde sus perspectivas. Pero hoy no me toca tratar
esos temas, que serán muy bien desarrollados en las mesas de trabajo y los
paneles de esta Cumbre. Vuelvo al entorno más general.
Le hemos quitado el traspatio al imperialismo. Ya se acabó
su panamericanismo, de él solo queda un cascarón vacío. El edificio secular del
poder de los Estados Unidos sobre este continente se va a caer, pero no se
caerá solo: hay que derribarlo. Los pueblos que se liberan a sí mismos y
liberan a sus países aprenden a manejar la geopolítica, en vez de ser manejados
por ella. Pero permítanme un breve comentario sobre geopolítica.
La geopolítica es una ciencia de medir correlaciones de
fuerza, conocer intereses en juego y actuar de acuerdo a lo que es posible. Es
conveniente conocerla, pero no debemos regirnos por ella. En sus leyes no caben
las luchas de los pueblos, ni hay lugar para victorias populares. Para
triunfar, sostenerse y adquirir permanencia, la Revolución cubana tuvo que
destrozar las leyes de la geopolítica
primero, y torcerle más de una vez el brazo después. ¿Qué son los
poderes populares y los Estados que se
independizan del imperialismo en este continente sino quebrantamientos de las
leyes de la geopolítica? Y los movimientos populares combativos y organizados
que florecen y actúan por doquier, ¿no
quebrantan las leyes de los arreglos por arriba y la política posibilista? ¿No
reparten poder, no son creadores de
poder? ¿Y qué mayor triunfo sobre la geopolítica que el ejercicio del
internacionalismo? Es muy grande y muy hermosa
la historia de la solidaridad
internacionalista latinoamericana y caribeña, pero lo más grande que tiene es
que ya constituye una cultura, una manera de ser, un hecho natural para
millones, un avance de la condición humana y una gran fuerza social con la que
contamos.
Cumpliendo la segunda parte de mi tarea en este encuentro,
paso a referirme a la situación y la posición cubanas de cara al bloqueo
sistemático que mantiene Estados Unidos contra Cuba desde hace más de medio
siglo. Ese bloqueo es un acto delictivo genocida de carácter continuado, que
viola en un alto grado el derecho internacional y la soberanía de muchos otros
Estados. Es el sistema de sanciones unilaterales más injusto, severo y
prolongado que se ha aplicado contra país alguno. Ese es un hecho que nadie
discute y que nadie se atreve a justificar. Lo han condenado millones de
personas a lo largo del planeta, entre ellos muchos norteamericanos. Instituciones,
parlamentos, gobiernos, personalidades, lo repudian con duros calificativos y
con razones jurídicas, políticas y éticas. La Asamblea General de las Naciones
Unidas lleva veintitrés años condenándolo. A ese juicio mundial casi unánime se
han unido en tiempos recientes varios políticos del establishment
norteamericano y órganos de prensa muy influyentes. Cabe entonces preguntarse:
¿por qué se mantiene el bloqueo, y se ha recrudecido en los últimos años su
alcance extraterritorial?
El bloqueo de Estados Unidos contra Cuba es quizás la señal
más escandalosa de la distancia que existe entre los principios y las normas
que fueron conquistados mediante colosales sacrificios por la humanidad a
mediados del siglo XX y la realidad de su incumplimiento en el siglo XXI.
Después de 1945, Estados Unidos logró controles esenciales a escala mundial, y
se presentó como el líder del llamado mundo libre. Pero cuando una pequeña
nación vecina se hizo dueña de sí misma y comenzó a cambiar su vida en
beneficio de su pueblo, la atacó con todos los medios y de todas las formas que
pudo, para destruir la nueva sociedad que con tantos esfuerzos construía, y
para borrar el mal ejemplo de rebeldía triunfante que les daba a los demás
pueblos de este continente. John F. Kennedy reconoció que solo a partir de 1959
Cuba era realmente libre, pero desde aquel mismo año su país le ha hecho al
nuestro una guerra sin cuartel. La decisión agresora que creó el bloqueo lo
reconoció claramente: la mayoría de los cubanos apoya a su gobierno. Por consiguiente,
hay que sumirlos en la miseria y el hambre, y lograr que se desesperen y
prefieran derrocarlo.
El entorno geopolítico del bloqueo contra Cuba es la
violación continua por Estados Unidos de la soberanía de los Estados y la
autodeterminación de los pueblos, los asesinatos masivos de cientos de miles de
personas inermes, y los crímenes selectivos, la invasión y la ocupación de
países en pleno siglo XXI, y las imposiciones y abusos de todo tipo a escala
mundial. Es el manejo más cínico del repertorio antiguo o reciente de logros de
la convivencia humana, las formas de gobierno y el derecho, por parte de un
matón que dice defenderlos. Es una violación abierta de los términos de su
alianza con países europeos cada vez que los castiga –y los humilla– por tener
relaciones financieras con Cuba. Es la situación que hace parecer normal que
haya que discutir si un Estado debería estar o no en una lista confeccionada
por el mayor terrorista del planeta, de países a los que califica de
patrocinadores del terrorismo internacional.
Ante todo, el bloqueo ha causado enormes daños a la vida de
la gente, desde las necesidades básicas, como son la alimentación, la salud, la
educación, la cultura y los deportes, hasta su tranquilidad psíquica y
espiritual. Como es natural, esto no lo miden los grandes burgueses ni sus
testaferros políticos, porque el mundo de ellos solo mide la ganancia y el
poder irrestricto. Las personas y el planeta solamente existen para ellos
cuando aparecen en sus cálculos.
El entramado legal y administrativo del bloqueo es
complicado, pero la retórica de la Administración Obama sobre una supuesta flexibilización
de las sanciones contra Cuba es desmentida por los hechos. No se ha dado ni un
paso legal hacia su eliminación, pero numerosas acciones lo han agravado, en
particular con un acoso sin precedente a la actividad bancario-financiera. El
bloqueo pone innúmeros obstáculos al comercio entre ambos países y dificulta el
cubano con otros países, prohíbe que Cuba utilice el dólar en sus transacciones
financieras o en cuentas suyas en bancos extranjeros, y que se le otorguen
créditos bancarios o de instituciones financieras internacionales. Con
tenacidad ejemplar e inmoral, priva a Cuba de tecnologías, inversionistas,
medicamentos y cualquier otro bien que le resulte posible. El daño económico
directo ocasionado a Cuba por la aplicación del bloqueo, a precios corrientes,
se estima en más de 116 880 millones de dólares.
Toda la actividad económica del país es perjudicada por el
bloqueo, desde lo necesario para el funcionamiento de las ramas económicas
mismas hasta los altos precios que debemos pagar por un gran número de
importaciones. El desarrollo económico autónomo, una meta tan difícil para todo
país de los que llaman subdesarrollados, resulta aún más difícil en nuestro
caso. Si se añaden las pérdidas humanas y los daños materiales ocasionados por
la larga historia de sabotajes y actos terroristas alentados, organizados y
financiados desde Estados Unidos, el enorme empleo de recursos humanos y
materiales en la defensa a que nos ha obligado durante más de cincuenta años y
los aspectos sensibles de nuestra organización y valoraciones políticas que ha
condicionado, puede tenerse una idea de lo que ha significado y significa el
sistema de agresión de Estados Unidos contra Cuba. Un gesto elemental de ese
país a la hora de negociar la normalización de relaciones con el nuestro sería
el de incluir su disposición a indemnizarnos en alguna medida por tanto dolor y
tantos daños causados.
Pero el bloqueo también ha sido la prueba de que el
imperialismo no es omnipotente. Tuvieron que convertirlo en su carta permanente
y enfrentar la condena y el desprestigio que implica para ellos, porque no
pudieron destruir ni arrodillar a la Revolución cubana. “Nuestro pueblo todo se
volvió un Maceo”, dijo el Che al recordar al gran revolucionario que un día
escribió: “Aquel que intente apoderarse de Cuba solo recogerá el polvo de su
suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha”. Y sucedió todo lo contrario
de lo que creían sus sesudos geopolíticos y sus torpes halcones. Sometiendo a
Cuba a esa prueba terrible solamente lograron hacerla más unida y más fuerte en
su decisión, más socialista a su sociedad y a su poder revolucionario, más
humana a su gente en la capacidad de ser solidaria y volverse un haz de
trabajo, voluntad y amor compartidos, más consciente políticamente frente a
todas las circunstancias, hechos, desafíos y necesidades, y también frente a
las maniobras más hábiles de nuestros enemigos. La conciencia desarrollada es
el escudo y el arma de un pueblo culto, y permite a las personas ser muy
superiores a lo que parece posible.
El internacionalismo practicado a lo largo de más de medio
siglo por cientos de miles de cubanas y cubanos, sostenidos por el amor y la
admiración de sus familias y sus paisanos, ha sido y sigue siendo una rotunda
victoria sobre el bloqueo. Creyeron que podían acorralarnos y aislarnos,
rumiando miserias y angustias, y Cuba se ha multiplicado entre los pueblos del
planeta, ha sabido darse al acudir a colaborar y al hermanarse con tantos que
no conocíamos, contribuyendo así al desarrollo de una cultura muy superior y
ajena a la del egoísmo y el afán de lucro capitalistas. Al mismo tiempo, el
internacionalismo nos ha dado mucho más que lo que hemos aportado, en términos
de desarrollo humano y social.
Nosotros aprendemos, los pueblos aprenden, pero los
imperialistas no quieren aprender. Sin una palabra de reconocimiento para las
miles de víctimas cubanas de sus agresiones, ni de admisión de culpas, el 17 de
diciembre pasado Estados Unidos solo declaró que su política contra Cuba ha
fracasado. Demasiado tiempo 56 años, y muy pobre moral la que solo sabe de
éxitos y fracasos. Pero al menos son sinceros. Dice la declaración oficial de
aquel día: “El Presidente anunció medidas adicionales para poner fin a nuestro
enfoque obsoleto y promover de manera más eficaz la implantación de cambios en
Cuba, dentro de un marco acorde con el apoyo de Estados Unidos al pueblo cubano
y en consonancia con sus intereses de seguridad nacional”.
Desde entonces se inició una curiosa negociación, en la que
una de las partes liberaliza algunas de las tantas medidas de agresión
económica que ha mantenido contra la otra mientras declara que solamente
desarrollará relaciones con empresarios privados cubanos o en áreas en que le
convenga, pretende que se abran embajadas sin cambiar lo esencial de su
política agresiva –lo cual es casi igual a cero—y espera que Cuba se sienta
agradecida y le haga concesiones. Mientras tanto mantiene, con el mismo
entusiasmo de siempre, su actividad subversiva y de trabajo con mercenarios
contra la otra parte. Como es natural, es muy poco lo que puede avanzar así una
negociación.
Un botón de muestra. Hace quince días, la subsecretaria de
Estado Roberta Jacobson anunció que de dos mil millones de dólares solicitados
por el presidente al Congreso para Latinoamérica se destinarían 53,5 millones
para la Iniciativa Regional de Seguridad (CBSI), y una parte de esto se
empleará en programas de promoción de “la libertad de prensa y los derechos
humanos” en Cuba, Venezuela, Ecuador y Nicaragua.
Pero en su discurso en la III Cumbre de CELAC el presidente
Raúl Castro les dejó todo claro. Primero, la actual posición norteamericana se
debe a que no han podido vencer a la heroica lucha iniciada hace casi 150 años
ni a nuestra fidelidad a los principios, al mismo tiempo que a la nueva época
que está viviendo Nuestra América, que ha generado la firme actuación de sus
gobiernos en defensa de los derechos de Cuba. Segundo, es posible encontrar
solución a las profundas diferencias entre Cuba y Estados Unidos mediante un diálogo
respetuoso basado en la igualdad soberana y la reciprocidad, el respeto a las
diferencias y la cooperación, pero sin pretender que Cuba renuncie a sus
ideales, sus principios y su soberanía nacional, que han sido establecidos con
grandes sacrificios y riesgos. Tercero, no tendrá sentido el acercamiento
diplomático entre ambos países si Estados Unidos no levanta totalmente el
bloqueo, saca a Cuba de su lista de supuestos patrocinadores del terrorismo, le
devuelve al Estado cubano el territorio de Guantánamo ocupado ilegalmente, en
el que está la más antigua base militar extranjera del continente, e indemniza
los cubanos por los daños que les ha causado su política agresiva. Cuarto, esos
actos deberán ser unilaterales, como fueron los hechos que crearon los males.
Quinto, Cuba no hará ninguna concesión acerca de sus asuntos internos ni en
detrimento de su soberanía. El objetivo de derrocar nuestro régimen social
utilizando otras vías fracasará. Sexto, nada cambiará en nuestros principios en
el plano internacional. Dijo Raúl: “La voz de Cuba defenderá sin descanso las
causas justas y los intereses de los países del Sur y será leal a sus objetivos
y posiciones comunes, sabiendo que Patria es Humanidad.”
Mientras su país se afanaba por abrir una embajada en La
Habana antes de esta Cumbre de Panamá, el presidente Obama dictó el 9 de marzo
una Orden Ejecutiva asombrosa, acerca de “…la inusual y extraordinaria amenaza
que constituye la situación de Venezuela sobre la seguridad nacional y la
política exterior de Estados Unidos”. Utilizó palabras rituales del ejecutivo
imperial, idénticas a las usadas en 1985 por el presidente Reagan –aquel actor
mediocre– para acusar a Nicaragua. Esa declaración provocó de inmediato un
rechazo continental de las sociedades, los Estados y las organizaciones
regionales. Su torpeza sin igual es realmente difícil de explicar, pero hizo
muy incómoda la situación del declarante, próximo a presentarse en la Cumbre de
Panamá.
Toda Cuba se movilizó para proclamar su solidaridad con la
Venezuela bolivariana, en todas las coyunturas y formas en que sea necesario.
Estamos junto al presidente Nicolás Maduro y su propuesta de paz, que es, con
las palabras suyas, “paz con justicia, con igualdad, la paz de pie, no la paz
de rodillas, es la paz con dignidad y desarrollo”. En la reunión de jefes de
Estado del ALBA para declarar su solidaridad plena con Venezuela, celebrada en
Caracas hace tres semanas, el Presidente Raúl Castro expresó: “No se puede
manejar a Cuba con una zanahoria y a Venezuela con un garrote (…) Estados
Unidos debería entender de una vez que es imposible seducir o comprar a Cuba,
ni intimidar a Venezuela. Nuestra unidad es indestructible. Tampoco cederemos
ni un ápice en la defensa de la soberanía e independencia, ni toleraremos ningún
tipo de injerencia, ni condicionamiento en nuestros asuntos internos. No
cejaremos en la defensa de las causas justas en Nuestra América y en el mundo,
ni dejaremos nunca solos a nuestros hermanos de lucha. Hemos venido aquí a
cerrar filas con Venezuela y con el ALBA y a ratificar que los principios no
son negociables.”
Cuba ha venido por primera vez a una Cumbre de las Américas
porque la actitud dignísima de numerosos jefes de Estado latinoamericanos lo ha
venido exigiendo, hasta el punto de condicionar su asistencia a esta séptima a
la presencia cubana. Fue el presidente de Panamá, como correspondía, quien
invitó al presidente cubano a participar en esta cumbre. Cuba agradece esas
actitudes, y viene aquí invitada por los que tienen derecho a hacerlo. Estados
Unidos se ha visto obligado a estar de acuerdo, para no agravar su aislamiento.
Hay dos Américas. Todos sabemos a cual pertenecemos. Estamos
orgullosos de formar parte de lo que José Martí bautizó como Nuestra América.
Solamente asumiendo que hay dos Américas, en todas sus realidades y sus
implicaciones, será posible que puedan sentarse ambas en un mismo lugar, y que
comiencen a exponer y a intercambiar acerca de sus realidades y sus proyectos,
sobre la base del más absoluto respeto mutuo.
Mañana hará 120 años que Martí pudo llegar al fin a su
patria, a combatir por la libertad y la justicia plenas, a pelear para lograr
que Cuba fuera la primera república nueva de este continente y que América
Latina declarara su segunda independencia. “Dicha grande”, escribió en su
cuaderno, porque él sabía que la felicidad también está en la lucha. Ha sido
largo el tiempo y áspero el camino, pero hoy es un día dichoso en Panamá,
porque los pueblos de la América nuestra estamos aquí, conscientes de quiénes somos
y de la riqueza de nuestros movimientos, de la fuerza del derecho que tenemos y
del potencial de liberación plena de este continente que alberga la coyuntura
actual. Y estamos decididos a formar un nuevo bloque histórico y hacer realidad
esa liberación.
El 12 de marzo se cumplieron cincuenta años de la
publicación en el semanario uruguayo Marcha de El socialismo y el hombre en
Cuba, de Ernesto Che Guevara, que es el análisis americano más profundo de la
compleja e inmensa tarea de transformar nuestras realidades, y la propuesta más
ambiciosa que puede hacerse: la de crear entre todos personas nuevas y
sociedades nuevas. Al final, el Che envía un saludo en el que dice, “como un
apretón de manos o un Ave María Purísima. Patria o muerte”. Hoy, los que estamos
aquí podemos decirles a nuestros hermanos de todo el continente: “haremos un
cielo nuevo y una tierra nueva. Conquistaremos toda la justicia y todas las
liberaciones”.
Fuente.:Cubadebate
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