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viernes, 12 de junio de 2015

El fotógrafo de la "nena de napalm" regresa a Vietnam 43 años después

Es Nick Ut, ganador del Pullitzer por su fotografía de 1972, una de las más famosas de todos los tiempos. Ahora vuelve a ese mismo lugar, y admite qué diferente habría sido todo si los smartphones hubiesen existido entonces

Está parado en la ruta 1 de Vietnam, el tráfico le pasa rasando, tocando bocina. Acá mismo, dice, es donde ocurrió. Acá fue donde aparecieron los chicos gritando. Acá es donde saque la foto que el mundo no puede olvidar.


Huynh Cong "Nick" Ut tenía 21 años ese día, hace más de la mitad de su vida, cuando parado en esa misma ruta, apuntó su cámara hacia el noreste y capturó una de las imágenes históricas más famosas del mundo: una nena vietnamita desnuda, gritando y escapando de los aviones de Vietnam del Sur que buscaban a los insurgentes del Viet Cong, atacados con napalm desde el aire.

El lunes, 43 años después, Ut regresó para documentar algunas de sus memorias de la guerra de Vietnam con una herramienta de una era totalmente diferente: un iPhone 5 equipado con la habilidad de enviar fotos al mundo en un abrir y cerrar de ojos digitales.

"Me paré acá y miré cómo caían las bombas", contó Ut sobre aquellos largos momentos justo antes de encuadrar con su Kodak Tri-X, en blanco y negro, el retrato de Kim Phuc de 9 años, con su cuerpo gravemente herido. "Yo era tan joven, entonces," dice este viejo fotógrafo de AP.

La foto de Ut del 8 de junio de 1972 -la imagen de Kim Phuc- ahora conocida como la de"niña napalm" ayudó a cristalizar el debate que Estados Unidos venía guardando   de una guerra lejana que era letal para muchos. Pero la imagen recién comenzó a surtir efecto en las páginas de los diarios varias horas más tarde y no de la manera instantánea que vemos hoy día.

Así que cuando Ut regresó a la aldea de Trang Bang, el lunes, llegó equipado con algo más apropiado para la época: trajo un iphone y tuvo acceso a la cuenta de Instagram de AP durante todo el día.

Eso le dio el poder de subir, instantáneamete, imágenes que durante la guerra habrían tardado horas para llegar a las oficinas de AP a 25 millas al sur, en Saigón y en ser reveladas antes de lograr una impresión para mostrar al mundo.

Sentado en una camioneta, con su Leica digital al cuello, Ut tomó varias fotos de práctica con el iPhone. Mientras se acercaba a Trang Bang, el escenario abrió paso a la ruta 1 y las formas en que cambio desde la guerra. Hay un restaurante que se llama "Sushi World" y pequeña imitación de la estatua de la Libertad, al costado del camino.

Entonces, mientras la Van cruza un puente, Ut anuncia: ¡Es aquí. Aquí mismo!".

Presionó el telefóno contra el parabrisas para fotografiar el camino, y luego el templo donde Kim Phuc y su familia se habían refugiado, tras el bombardeo.

Ut subió seis fotos a Instagram, incluyendo una de Ho Van Bon, de 54 años, primo de Kim Phuc, a su izquierda en la foto de 1972.

"Si eso pasara ahora mismo, sería mucho mejor para el mundo, ahora que las redes sociales atraen la atención inmediata sobre algo. Hacen del mundo un lugar mejor", dice con ayuda de un traductor.

Pero si fuera así, no solo Ut hubiese sacado aquella poderosa foto. Habría tenido competencia.

Ut sospecha que el conflicto se habría desenvuelto de manera diferente para la gente en EE.UU. -y sus políticos- si la capacidad de compartir fotos instantáneas hubiese existido entonces. Y admite que su foto habría estado en Facebook antes de que él llegara a Saigón.

"Dios mio. Hoy en Vietnam todos tienen un teléfono. Ahora es dos minutos  entregar (la foto) al mundo. Nunca me lo hubiese imaginado".


LA DIFUSIÓN MEDIÁTICA DE LA GUERRA

Genís Plana

Recordarán aquella fotografía tan reveladora de lo que fue la Guerra de Vietnam (1959 - 1975) en que aparece una niña, desnuda y con los brazos extendidos, huyendo por una carretera de la tormenta de humo que se encontraba a sus espaldas. La imagen fue tomada hace cuarenta y tres años, un ocho de junio de 1972, y en ella se muestran las consecuencias de un bombardeo con napalm sobre el poblado de Trang Bang debido a la sospecha de que en él se encontrasen guerrilleros del Viet Cong, las tropas de liberación nacional comandadas por Ho Chi Minh. Las bombas incendiarias, que incluían explosivos y fósforo blanco, dieron paso al fuego y a su crepitar, sólo interrumpido por los gritos de los civiles que escapaban aterrorizados de la aldea. Una de esas personas fue Kim Phuc, la niña de nueve años que captó el objetivo de la cámara de Huynh Cong Ut (conocido como Nick Ut), fotógrafo de Associated Press.

El del Vietnam fue el primer conflicto bélico de la historia con difusión mediática. Hasta el momento no existían testimonios gráficos tan profusos y manifiestos. Nunca antes, en la sala de estar de los hogares, se habían colado cadáveres y cuerpos mutilados, el horror de la guerra retransmitido casi en directo. Bastaron algo menos de sesenta mil estadounidenses muertos (nada comparable, en lo que a cifras concierne, con los más de tres millones de vietnamitas asesinados entre combatientes y civiles) para que los gobernantes cediesen a la exigencia de la sociedad norteamericana de retirar las tropas de una guerra que no le convenía a la que a la gente corriente del país. Nada sabemos de la mayor parte de las vidas sustraídas por la guerra (se cree que fallecieron hasta seis millones de personas contando todas las nacionalidades implicadas), pero sí sabemos de Kim Phuc, conocida como “la niña del napalm” debido a que su ropa se había consumido por la combustión del agente naranja.

Resulta ampliamente conocido que la fotografía fue ganadora del Premio Pulitzer, pero resulta menos público que la niña sobrevivió gracias a la asistencia que le brindó Nick Ut. A diferencia de Kevin Carter (el fotógrafo que permaneció largo rato con el dedo sobre el disparador de la cámara a la espera de que el buitre que acechaba al famélico niño sudanés, Kong Nyong, desplegase las alas y, por tanto, la imagen capturada fuese más espectacular), Ut se apresuró en guardar sus herramientas de trabajo a fin de trasladar con su auto a Kim hasta el hospital, donde fue sometida a diecisiete operaciones de injerto de piel y permaneció hospitalizada durante más de un año. Pero acaso el gesto humanitario de Ut de nada hubiese servido si previamente hubiese desistido de llevar a cabo su labor instrumental de fotógrafo: desbordados por la gran cantidad de heridos, los médicos a los que Ut entregó la niña accedieron a atenderla debido a que el fotógrafo les anunció su difusión mediática: “esta niña tendrá un gran impacto en los medios, ayúdenla, no la dejen morir”[1].

Ante lo cual, se nos plantea si, en la conceptualización de las causas que propiciaron que la niña preservase su vida, debiéramos invertir el orden que probablemente nos resultaría coherente y, de este modo, advertir que lo instintivo (realizar la fotografía) tuvo mayor prevalencia que lo deliberado (auxiliarla). No deja de resultar irónico que, pese a ser exonerada de la fetichista función que cumplía como representación visual de la tragedia de la guerra (Ut podría haber tratado de obtener más y mejores tomas), fue precisamente la potencial mediatización de su caso, el hecho de que fuese blanco de un disparador fotográfico, lo que, en última instancia, posibilitó que salvase su vida.
Fuente:Cubaperiodistas

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