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miércoles, 3 de junio de 2015

Tomás Lapique Becali El señor de los títulos

 Por:Javier Tamayo Ramírez 
Tomado de Cubaperiodistas
Los periodistas Marta Rojas, Julio García Luis, Santiago Cardosa Arias, Nadia Díaz, Jorge Oller, Juan Marrero y la historiadora Zoila Lapique, evocan al más famoso titulista de la prensa cubana. Al entrevistarlos, me pareció que hablaba con este maestro, protagonista de una época de transición en los modos de hacer periodismo. Más que escucharlos, he dialogado con el mismo Lapique.Este destacado periodista falleció el 20 de Marzo de 2006, a la edad de 85 años.

Lo descubro a lo lejos, en la distancia del tiempo. Es un hombre alto, de cordialidad a flor de piel; el brillo de sus ojos lo delata en toda la dimensión de su sabiduría. Camina como si marcara el ritmo de cada paso con el oscilar de sus hombros, siempre en un ademán de quien no para de trabajar. Se acerca ágilmente; al llegar hasta donde estoy observándome de modo acucioso por encima de sus espejuelos, siento que me interroga.

-¿Acaso me conoces?

Por supuesto. Usted es Tomás Lapique Becali, Premio Nacional de Periodismo José Martí 1999. Trabajó en los periódicos Revolución y Granma, sentó escuela con su quehacer y enseñó a muchos de los más prestigiosos reporteros de nuestro país. Ellos han hecho el milagro de que pueda entrevistarlo, gracias a la magia del recuerdo. Ahora, le quiero preguntar. 

-¿Sus primeros pasos?

Nací en Jobabo, Las Tunas. Mis padres eran españoles y tuvieron cinco hijos, yo era el cuarto. Estudié hasta el bachillerato; posteriormente no continué en la Universidad, porque aún cuando mis padres eran de clase media, no podían costearnos a todos la carrera y se  priorizó la preparación de mis hermanas. En esa época, antes de la Revolución, graduarse de nivel superior era un lujo, solo al alcance de los más ricos.

-¿Qué hacía mientras sus hermanas estudiaban?  

Al principio tuve que trabajar, al igual que el resto de mis  hermanos, para ayudar a sustentar los gastos de la casa. Me empleé  como vendedor de zapatos en una peletería.

-¿Cómo se vincula al periodismo?

En aquellos tiempos no hacía falta haber estudiado periodismo para ejercerlo y mi interés por la escritura me ayudó mucho. Hice contacto con la prensa como ayudante de operador en las máquinas de linotipo, utilizadas en el proceso de impresión de los periódicos. Después fui reportero, redactor de mesa, titulista, jefe de redacción y de información de varios medios, entre ellos Información. Antes de 1959 también me desempeñé en los diarios Alerta y Mañana.

Un acontecimiento de mucha trascendencia en mi vida fue trabajar en el periódico Revolución, donde me ubicaron después de 1959. Varios años más tarde, en 1965, este se funde con el diario Noticias de Hoy para crear Granma. Allí trabajé de titulista de la sección de nacionales hasta que me jubilé.

-En ese período trabajó en Granma el legendario Bobby Salamanca, ¿cómo fue su relación con él?

Bobby era un amigo, compañero de trabajo. Él realizaba su labor en la redacción de Deportes. Una persona chévere, carismática, que sabía llevar muy bien su trabajo y, además, estar todo el día bromeando. Lo estimé mucho.

Una vez puso un pantalón relleno de periódicos viejos en el único baño del piso, para que pareciera que alguien estaba allí. Pasaron horas y nadie se atrevía a entrar.

Otra anécdota sobre Bobby está relacionada con Jorge Enrique Mendoza, uno de los directores más prestigiosos de Granma. Hay una época en que él siempre veía unas aventuras; entonces Bobby y otros colegas graban el sonido de presentación de ese programa y lo ponen a otra hora. Mendoza sale corriendo para ver sus aventuras y cuando llega se encuentra con una grabadora. Hasta él se rió muchísimo ese día. Así eran las ocurrencias de Bobby.

-¿Cómo apreció el cambio que representó pasar del periodismo sensacionalista del pasado a la prensa veraz instaurada por la Revolución?

Fue un cambio muy profundo, sobre todo en el sentido de ¿qué es verdaderamente noticia? Como debes saber, antes existía en Cuba la «prensa roja», donde los accidentes, asesinatos, violaciones de mujeres y todas las tragedias sociales eran publicadas inescrupulosamente, dando detalles de los hechos, con fotos y descripciones que parecían ofrecidas por un perito. Me daban pena los familiares de esas víctimas, que tuvieran que leer aquellas informaciones.

Triunfó la Revolución y todo el periodismo cambió. A partir de ese momento, el interés va a ser el trabajo, el desarrollo agrícola e industrial, los cambios sociales que se estaban realizando en aquellos momentos. 

-¿Cuál es la función de un titulista, trabajo en el que usted brilló como maestro y sobre el que escribió un libro muy consultado en las décadas de los 70-80 del pasado siglo?

El proceso es el siguiente: de todo el material de las páginas, especialmente de nacionales, se me entregaban tres propuestas de título. Entonces yo seleccionaba el más adecuado al contexto y al espacio que se tenía; velaba porque no hubiese en la misma página un título similar a otro en su estructura. Estos debían llevar una cantidad de letras determinadas. Para hacer las letras se fundía el plomo por un lado de la máquina y por el otro salían, listas para ponerlas en una caja, que era armada para una cantidad de letras determinada.

-¿Por qué cree que haya desaparecido esa labor?

Bueno, como todo, al llegar el desarrollo tecnológico. Cuando vinieron las páginas digitales todo se hizo más fácil y ya no hacía falta encuadrar los títulos en las máquinas de linotipo, aunque el titulaje debía merecer mejor atención aún con el proceso editorial a través de las computadoras. En una página no se pueden repetir palabras en títulos y eso es algo que se va de las manos en algunos periódicos. El tamaño es otro asunto que se deben de tener en cuenta.

-Cuénteme sobre su trayectoria como maestro.

Fui por un tiempo profesor de Periodismo en la Escuela Ñico López y en las facultades de periodismo de las universidades de La Habana y Oriente. Yo enseñaba todas las técnicas del oficio, pero especialmente lo relacionado con el titulaje. Escribí el libro Titulaje periodístico con el fin de apoyar el conocimiento de la Academia en ese campo.

-¿Por qué viajó a Nueva York?

En el año 1945 me enfrenté con un jefe de policía por estar envuelto en una célula clandestina y decidí refugiarme en el exterior; era un riesgo permanecer en Cuba. Allá trabajé de jefe de redacción del semanario El Sol de Nueva York, junto a Babi Quintero, su director. Según lo creí conveniente, regresé, en el año 1949.

-En 1999 le entregan el Premio Nacional de Periodismo José Martí, por la obra de  toda la vida. ¿Qué puede contar de ese día? 

En ese año se otorgaron 15 premios, cuando siempre se había dado uno anual, porque todos merecían ese reconocimiento por la dedicación y el empeño en su trabajo. Fue un honor el haber estado junto a ese colectivo. En el acto se encontraban muchos de mis compañeros y familiares. Me entregaron un diploma y un galardón que representaba las letras de una máquina de escribir, creo que hecha de barro. Yo estaba muy contento ese día.

-Una última pregunta. ¿Qué le parece el que haya sido posible hacer esta entrevista?

Sencillamente, tú me encontraste en la memoria de mi familia y mis amigos y de ahora en adelante me seguirás encontrando en la tuya propia.

(Fuente: Blog IslalSur de Iraida Calzadilla)

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