Ciego de Ávila huele a humo y a caldosa, y si un apagón sorprendiera a la ciudad las fogatas podrían iluminarle el rostro. No es un destello generalizado, pero prende el fuego en el ímpetu y con el lente de guardia pudimos "flashearlo".
A los más pequeños les resulta difícil obviar la cámara y entre bailes y gozos piden fotos a cántaros, bárbaras tomas en las que ni la sonrisa hay que ensayar. Puras instantáneas. Otras imágenes a la mítica caldosa cederista lucen "ahumadas", hechas solo a petición, pues el calor de la noche impone distancia del vapor que bien huele. No obstante, hay vecinos que no pueden desprenderse del oficio y no se permiten quemar el festejo de todos.
Están los que siempre llevan el jarro para saborearla el día después; los que se encargan de repartir entre todos el dulce, el refresco, el vino... y festejan sin relegar la responsabilidad de servir a otros; los que el traguito de la contentura les hace más risueños y sociables, que de costumbre.
Hay fotografías de cuadras embellecidas, con pancartas, banderas y cadenetas de ocasión que cuelgan milagrosas; sobrevivientes del aire y de niños traviesos que se disputan los eslabones más "terrenales" y que, por lo general, son los mismos que las hicieron. ¡Cosa de muchachos!
Se encuadran, además, esas tomas de abuelos con medallas y condecoraciones, trofeos del presente que siempre van al pasado de una organización que a sus 55 años se empeña en sobrevivir. Y la gente le celebra el cumpleaños, la noche antes, con el regocijo común de estar juntos: es una tradición que terminan disfrutando. Miren y díganme si no.
Fuente:Invasor Digital
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