por:Saili Sosa Barceló
Parte de la mística de Cuba, tan incomprensible para los foráneos y algunos nacionales, radica en la capacidad de lograr lo más difícil, lo rayano en imposible, lo utópico. Piénselo bien, busque ejemplos complicados, y me dará la razón.
Sin embargo, no pocas veces, se nos escabullen los detalles, perdemos lo singular en lo plural, pasamos por alto las pequeñas cosas en el desafío de ser paradigmas, a pesar de los pesares.Así lo han experimentado dos amigos que desde 1989 viven con VIH/SIDA. En los días aciagos del diagnóstico, aguijoneados por el miedo y el estigma que ya entonces tenía cuerpo y rostro en las muchas personas que no entendieron o no quisieron entender que se trata de una enfermedad como otra, ella y él —pareja fundada al amparo del amor y forjada en tiempos amargos— recibieron atenciones de excelencia y tratamiento de primer mundo, sin costo alguno.
Usted me dirá que siempre cuesta algo, aunque sea gratis el servicio. Y no le falta razón, pero no es comparable con el hecho de pagar este tipo de tratamiento en otras regiones del planeta.
Cuba logró lo insospechado, lo que no era lógico: suministrar medicamentos antirretrovirales importados (hoy se producen algunos aquí) a la totalidad de sus pacientes. Unido a eso, les garantiza una dieta que incluye proteínas, carbohidratos y frutas. Las pastillas se mantienen, pero las frutas ya no están contempladas en la dieta. Otra vez lo sencillo se diluyó en lo complejo.
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Los impactos del bloqueo, el subdesarrollo económico y las ineficiencias internas comprometen los estándares de bienestar de todos. Baste con salir a la calle y sondear los precios del agromercado o la libra de carne de cerdo, las ausencias de otras carnes, la impotencia del salario medio ante el costo de la vida, la precariedad del transporte público.
Y si estas condiciones hacen mella en la población que no vive con un padecimiento crónico, ¿cómo será para aquellos que deben repartir sus ingresos en la adquisición de medicamentos (aunque subsidiados) y alimentos indispensables para la sobrevida?
sida-cuba1Voy a arriesgarme a atiborrarlo de números para, de conjunto, construir un conocimiento y un punto de vista al que se le debía prestar especial atención.
Una encuesta nacional aplicada al 50 por ciento de las 13 975 personas mayores de 12 años viviendo con VIH/SIDA en el país, realizada en 2012, reveló que la mayoría está en el rango de edad económicamente activa, 25 y 49 años. Una cifra no despreciable, el 13 por ciento, son adultos mayores de 50 años, o sea, en las postrimerías de su etapa laboral.
Digamos, además, que el 48,7 por ciento de las personas que viven con la enfermedad son solteros, aunque solo el 28 por ciento dijo no tener pareja en —el momento de la encuesta─, o sea, no han conformado un núcleo familiar que "hale parejo" a la hora de sostener un hogar, a menos que, como sucede muy a menudo en la sociedad, vivan en el seno de la familia de procedencia (según el Censo de 2012), como promedio, viven dos o más individuos en cada vivienda).
De los encuestados, el 35 por ciento es de piel negra o mestiza, un rasgo que institucionalmente no incide a la hora de acceder a puestos de trabajo, pero que a nivel de los prejuicios de quienes deciden se mantiene, en algunas personas, como una condición. Si se suma al color de la piel, las aprensiones generadas por el desconocimiento, podríamos encontrarnos a personas con VIH/SIDA que no han tenido oportunidades de empleo y por ende de independencia económica.
En este sentido, y sin que medie tal argumento, las dos quintas partes de los entrevistados dijeron haber experimentado algún tipo de rechazo, lo cual podría explicar las causas de por qué algunos deciden mantener oculto su diagnóstico.
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Más de la mitad de los enfermos de VIH/SIDA en Cuba trabaja. Los números favorecen a los hombres, toda vez que son mayoría en el total. Según el estudio, todavía se evidencian reservas en la inclusión social y existe un potencial de hombres y mujeres pendientes de incorporarse a la vida económica del país.
"En el grupo de los que no trabajan, una parte importante se clasifica como jubilado o pensionado (9,2 por ciento de los hombres y 7,2 de las mujeres) a pesar de que la gran mayoría, sin distinciones de sexo, tenían edades inferiores a la edad de jubilación. Son significativamente elevadas, también, sobre todo en los hombres, las proporciones de quienes, sin estar incapacitados para el trabajo, no realizan ninguna actividad (17,5 de los hombres y 8,9 de las mujeres)."
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Fuente: Encuesta a personas con VIH/SIDA-2012
Tal y como apunta la investigación publicada por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información el año pasado, se presentan a la Isla importantes desafíos en el ámbito de la participación económica de las personas que viven con VIH/SIDA en la sociedad.
Una de las brechas que no puede ser desestimada es el crecimiento en número de quienes declararon no realizar ninguna actividad. En ambos sexos, el aumento ha sido sostenido: 15,6 por ciento en 2009, 16,5 en 2011 y 17,5 en 2012, para los varones; 6,5 en 2009, 8 en 2011 y 8,9 en 2012, para las féminas.
De manera que a la par del trabajo de prevención y la promoción de una sexualidad responsable, nuestro país deberá continuar apostando, controlando y creando oportunidades de inserción laboral y social para las personas que viven con la enfermedad, que como promedio está altamente calificada.
No basta con garantizar medicamentos de última generación, acaso lo más tortuoso. Es preciso generar opciones que redunden en calidad de vida y aporte a la sociedad, aunque no es menos cierto que se requiere, también, disposición a la hora de asumir la responsabilidad individual que entraña la incorporación plena a la vida económica, social, política y cultural. Frente a los enormes esfuerzos de la nación para lograr una economía estable y sólida, esta podría ser una meta intermedia.
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