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martes, 24 de octubre de 2017

Siete días en Sochi

por: Lissy Rodríguez
Como un torbellino que revolucionó a la sureña ciudad rusa de Sochi durante una semana, llegó Cuba para marcar el rumbo de un nuevo encuentro progresista, 70 años después de aquel primer Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes en Praga; y los relojes comenzaron a subir la temperatura desde que esta tierra sintiera el calor de una delegación que trajo en el mismo empaque pasión, entusiasmo, pensamiento, algarabía, promesas de futuro.

Desde el primer momento este prometió ser un intercambio histórico. Y lo cumplió. Con cada latido de joven que lucha por una causa se pronunció el corazón de los cubanos, en un Festival que desde el primer día –incluso antes de una inauguración permeada de alegorías a la paz, la amistad y la inclusión– ya se hablaba de Fidel y su huella imperecedera en el mundo, en estos eventos, en la juventud.


Lo dijo Suselys Morfa González, primera secretaria de la Unión de Jóvenes Comunistas, cuando resumió recientemente a la prensa la participación de la Mayor de las Antillas –grosso modo– en foros, paneles, talleres, conferencias, seminarios; en un efervescente foro de solidaridad con Cuba, «donde la sala se llenó con más de 300 personas»; en el encuentro de amistad con la representación de Puerto Rico, Venezuela y el pueblo saharaui; las exposiciones de Fidel y Ernesto Che Guevara; el Tribunal Antimperialista que denunció el criminal bloqueo; y las intervenciones especiales que hicieron Aleida Guevara, hija del Guerrillero Heroico y quien recibiera aquí la medalla por el centenario de la Revolución Socialista de Octubre, el líder puertorriqueño Oscar López Rivera, y el doctor Jorge González, entre otras personalidades.

Pero más allá de una agenda donde el plato fuerte en contenidos políticos lo delineó el antimperialismo, los cubanos también encontraron espacio para divertirse, para regalar una instantánea icónica de este Festival, como fue la de jóvenes que levantaban la enseña nacional a la orilla del Mar Negro, para bailar al ritmo de la música que regaló la delegación artística, o interactuar en el despliegue tecnológico del Main Media Centre. Tanto así que, al decir de la dirigente juvenil, Cuba ganó el concurso que realizara el complejo donde se alojó la delegación en esos días, por ese sello de identidad, por la disciplina, la organización, el entusiasmo, la creatividad y la convocatoria. Así, desde esta semana el edificio llevará el nombre de Cuba y allí quedó como presente una bandera tricolor.

EL REFERENTE MUNDIAL

Si se trata de condensar expectativas, la delegada Liliam Mendoza las cumplió en el intercambio con otras culturas y realidades, «que en nada se parecen a la nuestra», con un sistema afianzado de relaciones entre las instituciones y las organizaciones de la sociedad civil.
Cuba ganó el concurso que realizó el complejo donde vivieron los cubanos con delegaciones de otros países. Foto: de la autora

«Hay conquistas que tenemos hace muchísimo tiempo y en otros países son utopías. Una de las cosas que más me llamó la atención fue el panel de la lucha contra el analfabetismo, como desde allí países reclamaban una conquista que tenemos desde 1961. Me llevo la constancia del ejemplo que somos en lo que a diálogo se refiere», dice la también presidenta de la Brigada de Instructores de Arte José Martí, organización que en los días del Festival estuvo cumpliendo 13 años.

Raúl Palmero vino intentando buscar un referente, y se dio «cuenta que todos nos tienen a nosotros como el referente».

El presidente de la Federación Estudiantil Universitaria está seguro de que eso nos da un compromiso mayor, una responsabilidad histórica. «Cuba es la columna vertebral de estos festivales», dice sobre un evento que también estuvo signado por la demostración de lo más avanzado de la ciencia, la tecnología y la industria del país sede.

A Niuvis García, representante de la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media –organización que trajo a 28 de los 60 estudiantes de la delegación–, le queda la patente demostración de que la unidad regional e internacional es la clave para pensar una agenda sobre cómo alcanzar las demandas de la juventud.

Invitado a la fiesta de la juventud, el doctor Jorge González, quien liderara en Bolivia el equipo que halló los restos del Che y sus compañeros de guerrilla, tuvo con Sochi su primera experiencia en encuentros de este tipo, mas le dio la oportunidad de intercambiar, conocer, profundizar en las relaciones entre los países. Quedó impactado, sobre todo, por las intervenciones espontáneas, profundas, analíticas, por el manejo de las redes sociales y otros medios alternativos por parte de los delegados, que permitieron la inmediatez de todo cuanto aconteció en esta parte del mundo.

A DÓNDE VAMOS

El XIX Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes fue el catalizador de los sueños de una juventud que no se conforma, que no se cansa, que se fortalece.

Llegar a Cuba, para Niuvis García, significa compartir las experiencias con todos los jóvenes, «mostrar las demandas del estudiantado de Argentina, Paraguay, Brasil, todos los países de la región y el mundo».

Por su parte Suselys Morfa considera que «ninguna de las ideas, de lo que se proclamó, la declaración final, que tuvo una esencia abarcadora de las principales luchas que viven los pueblos oprimidos», debe quedar sin compartir en la Mayor de las Antillas.

Por delante están los retos de los jóvenes que se despidieron de Sochi. Solo queda luchar por ellos hasta que otra latitud convoque nuevamente, a la cita mundial donde todos juntan fuerzas para construir estrategias y consensos, para luchar por un mundo de paz, antimperialismo y solidaridad.


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