En medio de la gente que sufre, Jorge Mario Bergoglio se
muestra incapaz de leer sus discursos preparados en frío. Le sucedió en
Lampedusa ante el drama de la inmigración —“¿quién ha llorado por las madres
que pierden a sus hijos en el mar? Hemos caído en la globalización de la
indiferencia”—, en Cerdeña ante las graves secuelas del paro —“el actual
sistema económico nos está llevando a la tragedia y robando la dignidad”— o en
Calabria ante los crímenes brutales de la Ndrangheta: “La mafia es la adoración
del mal, el desprecio del bien común. Estáis excomulgados”. También este
sábado, en el barrio napolitano de Scampia, golpeado desde hace décadas por la
incapacidad de los gobernantes y la violencia de la Camorra, el Papa dejó los
papeles a un lado y clamó: “La corrupción es sucia y la sociedad corrupta
apesta. Un ciudadano que deja que le invada la corrupción no es cristiano,
¡apesta!”.
Bergoglio quiso entrar en Nápoles por Scampia, la periferia
de las periferias, una tierra de nadie donde las distintas familias mafiosas
ligadas a la Camorra se aprovechan desde hace décadas de los jóvenes sin futuro
para afianzar su poder en el negocio del narcotráfico y el crimen organizado.
Scampia, aún bajo el estigma de Gomorra, sigue representando el fracaso
absoluto de la política —la tasa de paro es superior al 57%— y de ahí que el
Papa quisiese lanzar un toque de atención a los gobernantes: “La falta de
empleo para los jóvenes es una señal de que existe un fallo grave en el
sistema. Y cuando no se gana para poder llevar el pan a casa, se pierde la
dignidad. La falta de trabajo nos roba la dignidad.
En estos casos, la persona
corre el riesgo de ceder a la esclavitud, a la explotación. Sé de una persona
que gana 600 euros al mes, y en negro, por trabajar 11 horas al día. ¡Eso no es
trabajo, es explotación, esclavitud! ¡Tenemos que recuperar la lucha por la
dignidad!”. El papa Francisco añadió que cerrar la puerta a los inmigrantes o
no ofrecerles un trabajo digno también es corrupción: “¡Cuánta corrupción hay
en el mundo!”.
Más tarde, durante la homilía en la plaza del Plebiscito,
pidió de forma expresa a los napolitanos que planten cara a la Camorra: “No se
dejen robar la esperanza, no cedan a la tentación del dinero fácil y de los
ingresos deshonestos. No es más que pan para hoy y hambre para mañana. No trae
nada bueno. Tienen que reaccionar con fuerza”. A continuación, y aunque sin
llegar a los durísimos términos que empleó en Calabria cuando excomulgó a la
Ndrangheta, Jorge Mario Bergoglio se dirigió a los mafiosos: “A los criminales
y a todos sus cómplices, hoy, con humildad y como hermano, os pido: convertíos,
dejaos invadir por el amor y la justicia (…). Es posible regresar a una vida
honesta. Os lo piden también las lágrimas de las madres de Nápoles. ¡Que el
crimen no desfigure el rostro de esta bella ciudad!”.
Además de la visita a Scampia, el Papa quiso dejar claro de
nuevo su apuesta por las periferias almorzando con los presos de la cárcel de
Poggioreale –entre los que se encontraba un grupo de transexuales—para
asegurarles que conocía su “situación dolorosa” a través de las cartas que le
llegan de los penales de todo el mundo: “Demasiado a menudo, los presos se
encuentran en condiciones indignas para la persona humana, y después no
consiguen reinsertarse en la sociedad”. Justo el viernes, el Papa volvió a
mostrar su rechazo frontal a la cadena perpetua.
Fuente:Cubadebate
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