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miércoles, 25 de febrero de 2015

¡Qué orgullo siento de ser cubano!

La patria y el pueblo cubano, ese que conquistó el Primero de Enero su porvenir y ha resistido con firmeza para defender la Revolución, pueden sentirse orgullosos de este 24 de febrero, en el aniversario 120 del inicio de la Guerra Necesaria por su independencia.

Lo que ocurrió en el Palacio de Convenciones es una lección de patriotismo y de dignidad, desde el justo reconocimiento a los Cinco, con la imposición por el Presidente Raúl Castro de las medallas y título honorífico de Héroes de la República de Cuba, algo otorgado a ellos por la Asamblea Nacional del Poder Popular en el 2001, y también la Orden Playa Girón,  pasando a las sentidas y humildes palabras de Gerardo, en nombre de los luchadores antiterroristas que estuvieron más de 16 años guardando injusta prisión en Estados Unidos, el medular discurso, improvisado, de Eusebio Leal sobre la forja de la patria y la nación y la construcción de la identidad nacional, hasta el cierre protagonizado por los niños y jóvenes de La Colmenita con la obra Abracadabra, en que recordaron a luchadores de nuestra más reciente etapa revolucionaria y también el ejemplo de entrega y resistencia de nuestros heroicos luchadores antiterroristas.


Raúl impuso las medallas, en este orden, a Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René. La sala plenaria del Palacio, totalmente colmada, no cesó de aplaudir mientras se efectuaba la ceremonia de entrega en cada caso, y los aplausos se hacían más intensos cuando nuestros héroes y Raúl se abrazaban.

¡Todo quedó tan lindo como lo son nuestra bandera, nuestro escudo y nuestras palmas!

Gerardo, en nombre de todos sus hermanos, comenzó diciendo que el único mérito de ellos había sido cumplir con su deber, y seguidamente dijo que ese reconocimiento pertenecía, en primer lugar, a Fidel Castro, y también a Raúl, a todo el pueblo cubano que hizo suya la causa por la libertad de ellos, a sus familiares que no descansaron de luchar y a todos aquellos que en Estados Unidos y muchos países  mantuvieron la solidaridad con esa causa.

Reafirmamos el compromiso de ser fieles a las ideas de Martí, de Fidel y de Raúl, concluyó sentenciando Gerardo.

Leal hizo posible que el plenario se mantuviese en silencio, y muy atento al hilo de su discurso, profundamente patriótico, argumentado y analítico. Fue una instructiva lección de historia de Cuba en que delineó citando a muchos de nuestros próceres cómo se construyó nuestra patria, la identidad nacional y la nación. Varela, Luz y Caballero, Joaquín de Agüero, Céspedes, Maceo, Gómez, Juan Gualberto, Masó y Martí, entre otros, merecieron pasajes en su discurso.  El pensamiento y el accionar de Martí estuvieron reiteradamente muy presentes.

Quiero terminar con sus palabras finales, llenas de honda emoción:

Hace 20 años, el líder de la revolución, con profunda emoción y como se sube a encender la llama, en lo alto del  cenotafio donde están los restos de los caídos, traté de cumplir mi deber, confieso que ha sido un gran honor aquel y este, que usted General Presidente, hoy me ha conferido. Pero algo más debo decir, el hecho importante y trascendental es que entonces concluí mis palabras clamando porque se levantaran de las tumbas los muertos gloriosos del 10 de octubre y del 24 de febrero, clamé por los mártires y por las heroínas, por las cubanas que bordaron banderas, atravesándose en el camino de un enemigo y adversario  implacable, que todo parecía indicar que en esta vez, iba  a cercenar de forma definitiva, jugando con los azares de la historia el destino de Cuba. Pero no fue posible. Hoy, 20 años después, estamos aquí, de pie, en una coyuntura diferente, nos hemos presentado con hidalguía bajo los mismos mangos orientales, para enfrentarnos con el caballeroso adversario que ofrece al menos detener por un tiempo la mano opresora y darnos la oportunidad de discutir lo que lógicamente será necesario discutir bastante. Ahora más que nunca hace falta la unidad de la nación, ahora más que nunca  la prenda más preciosa debe ser conservada. La fortaleza que nos ha permitido llegar hasta aquí, que fue aquella que vi la noche del 10 de abril, en Playita de Cojobabo, cuando convocado por el líder de la revolución, llegamos a aquella hora de la noche, a la orilla de la playa. Él llevaba la bandera cubana en el asta, que le trajo uno de sus ayudantes, y entonces entrando en el agua, a la altura prácticamente del tobillo, se abrió de pronto en el cielo la luna blanca y movió la bandera de Cuba hacia el sur, hacia el norte, hacia el este y hacia el oeste, diciendo: Aquí estamos. Y Aquí estamos hoy, oh patria amada, con la bandera dulce por la cual tantos lucharon, no importa que tú, maestro generoso, te hayas ido tan pronto, aquel 19 de mayo. Tuviste una profunda convicción. Yo sé desaparecer, pero mis ideas prevalecerán. Y esas ideas hoy prevalecen.  Las ideas que se defendieron en el proceso histórico del Moncada, fue la conquista que conquistó a los muchachos que se reunían en la calle de Prado para escuchar la voz de aquel joven que había irrumpido en la universidad como un torbellino. Y un día me dijo una de sus hermanas: un día volvió a la casa y papá ya lo sabía, yendo a buscar al chico, el chiquito está aquí con nosotros y el grande está con nosotros todavía.

Desde mi asiento en uno de los laterales del salón plenario me dije: ¡Qué orgullo siento de ser cubano y luchar por esta revolución junto a esos grandes!


Fuente: Cubaperiodista

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