por: Elson Concepción Pérez | internet@granma.cu
La administración norteamericana de Donald Trump ha estado muy ocupada en los últimos días en temas relacionados con América Latina. O mejor dicho, en la elaboración de planes desestabilizadores contra varios países de la región.
En tal caso, al Presidente lo asesoran y estimulan su asesor de Seguridad Nacional John Bolton; el jefe del Departamento de Estado, Mike Pompeo; Mauricio Claver-Carone, coordinador de las políticas de la Casa Blanca en torno a América Latina; el frustrado congresista republicano de la Florida, Marco Rubio, y el reciclado Elliott Abrams, nombrado como enviado especial para Venezuela.
El aval de Abrams no puede ser más completo: formó parte de los gobiernos de Reagan y George W. Bush y su nombre ha estado vinculado con golpes de Estado, injerencias e intervenciones militares. En 1991 estuvo vinculado al escándalo Irán-Contra, mediante el cual EE.UU. vendió armas a Irán y utilizó los ingresos para financiar a la guerrilla nicaragüense. Apoyó la invasión de Irak en 2003. Se le relaciona con el intento de golpe de Estado en Venezuela de 2002 e intentó ocultar una matanza de civiles del ejército de El Salvador –apoyado y financiado por EE.UU.– en los 80.
Ahora le toca cumplir con Trump en su proyección de regreso a los años de la Guerra Fría y de desconocimiento completo de los tratados internacionales que norman la vida en paz y sin injerencia de un estado en los asuntos internos de otro.
En este contexto, un tema no nuevo, más bien reciclado, salió a flote para enturbiar más aún las relaciones de Estados Unidos y Cuba.
Mauricio Claver-Carone confirmó que Estados Unidos evalúa volver a incluir a Cuba en la lista de Estados patrocinadores del terrorismo, y se argumenta que entre las motivaciones para tal decisión están «las acciones de La Habana en el marco de la actual situación política de Venezuela», así como el presunto apoyo al grupo guerrillero colombiano ELN.
La propuesta de poner nuevamente a Cuba en esa lista proviene de sujetos que no son más que incendiarios de la peor política, personas que vomitan odio por su frustración y trasnochados que no se conforman con que exista un país libre, soberano e independiente que construye su propio modelo económico y social en las narices del imperio.
Cuba estuvo incluida en esa ridícula y espuria lista desde 1982 hasta el año 2015, cuando el entonces presidente norteamericano Barack Obama decidió quitarla en medio de un clima de distensión beneficioso para ambos países.
La amenaza de la actual administración Trump es parte de un escalamiento en los planes injerencistas, en los que se incluye la propuesta de activar el título 3 de la Ley Helms-Burton. Súmese a todo esto, el endurecimiento del bloqueo, el montaje mediático de ficción relacionado con supuestos daños acústicos a personal de la embajada estadounidense en Cuba; los llamados para que sus ciudadanos no viajen a la Isla y la prohibición de que lo hagan como turistas, entre otras medidas.
Ahora bien, por qué se escoge este momento para mover todos estos resortes inconstitucionales. Venezuela está en el colimador de Washington. Nicaragua sufre la desestabilización que EE.UU. estimula y nuestro país digno debe sufrir más sanciones.
No se le ocurre pensar a estos personeros que promueven las intervenciones en los asuntos internos de otros países, que Cuba brinda todo su apoyo a la Venezuela agredida, a la que ha enviado decenas de miles de médicos y enfermeras para salvar vidas y curar heridas abiertas por los sistemas capitalistas que predominaron en ese país hasta el triunfo de la Revolución Bolivariana.
No quieren reconocer que ha sido precisamente Cuba la nación que brindó sus auspicios y su sede para las conversaciones de paz entre el gobierno colombiano y los movimientos guerrilleros de la FARC-EP, primero, y el ELN hasta el presente. Y que la contribución real de nuestro país a la paz en Colombia ha sido reconocida por el propio gobierno de Bogotá, por instituciones internacionales como la onu y otras, y por la comunidad internacional.
Cuba, además, ha sido una víctima del terrorismo de estado practicado durante décadas por las administraciones norteamericanas y nunca ha practicado ni ofrecido su territorio para que se ejecuten acciones terroristas. Cuba es un país de paz, y a ella está consagrada.
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