Por:
Enrique Dámaso Rodríguez Betancourt
Franz Liszt, por su virtuosismo, su lirismo,
su temperamento inventivo, hirviente y profundo, su maestría en el arte de la
variación, es la personalidad que domina todo el siglo XIX. A los doce años
produce su primera ópera: Don Sancho.
A los quince, después de varias giras
triunfales por Europa, escribe sus Doce estudios para piano. Lo mismo que
Robert Shumann encuentra en el piano un instrumento digno de su genio. Fue el
creador del poema sinfónico. Franz Liszt compuso además, sinfonías, preludios,
rapsodias, sonatas, conciertos, cuadros religiosos; sirvió en cortes e
iglesias, siempre innovando en el campo de las formas y en el de la armonía,
revolucionando toda la música.
Liszt
se hizo famoso en toda Europa durante el siglo XIX por su gran habilidad como
intérprete. Sus contemporáneos afirmaban que era el pianista técnicamente más
avanzado de su época y quizás el más grande de todos los tiempos. También fue
un importante e influyente compositor, un profesor de piano notable, un director
de orquesta que contribuyó significativamente al desarrollo moderno del arte y
un benefactor de otros compositores y artistas, intérpretes o ejecutantes, en
particular de Richard Wagner, Hector Berlioz, Camille Saint-Saëns, Edvard Grieg
y Aleksandr Borodín.
Como
compositor, fue uno de los más destacados representantes de la Nueva Escuela
Alemana («Neudeutsche Schule»). Compuso una extensa y variada cantidad de obras
para piano (rapsodia, estudios, transcripciones, etc.), en estilo concertante
para piano y orquesta y también una extensa producción orquestal. Influyó a sus
contemporáneos y sucesores y anticipó algunas ideas y tendencias del siglo XX.
Algunas de sus contribuciones más notables fueron la invención del poema
sinfónico, desarrollando el concepto de transformación temática como parte de
sus experimentos en la forma musical, y hacer desviaciones radicales en la
armonía.
Liszt
murió el 31 de julio de 1886 en Bayreuth, Alemania, mientras se celebraba el
Festival dedicado a la obra de Wagner. Seis días antes, estando ya muy enfermo,
había encontrado fuerzas para asistir a la representación de Tristán e Isolda e
incluso circuló por Bayreuth el rumor (totalmente infundado, según Walker) de
que la última palabra de Liszt antes de expirar había sido «Tristán». Tal rumor
apareció recogido en la prensa internacional de la época.
No hay comentarios:
Publicar un comentario