Por Sandra Gutiérrez Gómez
Cuando inicié mis estudios preuniversitarios en la escuela que lleva su nombre, escasos eran mis conocimientos acerca de la grandeza de aquel patriota a quien José Martí llamó “Diamante con alma de beso”.
Ignacio Eduardo Agramonte y Loynaz nació el 23 de diciembre de 1841 en la entonces ciudad de Puerto Príncipe. De su padre, soporte de una familia criolla, ilustre y rica, no solo heredó el nombre sino también su curiosidad intelectual y profesión.
En 1857, luego de unos cinco años estudiando en Barcelona, España, regresó a Cuba y comenzó la carrera de Derecho en la Universidad de La Habana, donde se graduó en junio de 1865 y obtuvo el Doctorado en agosto de 1867.
Pero no fue la abogacía, que ejerció de manera brillante, la responsable de los múltiples y honrosos calificativos que recibió El Mayor, sino sus excepcionales condiciones de líder independentista y su gran capacidad de jefe militar.
Participó en las labores conspirativas que condujeron al alzamiento de Las Clavellinas el 4 de noviembre de 1868 y en la Asamblea Constituyente de Guáimaro cinco meses más tarde, y libró numerosos combates.
La más célebre de esas batallas es, sin dudas, el rescate del brigadier Julio Sanguily, acción que protagonizó el 8 de octubre de 1871 y que el Comandante en Jefe Fidel Castro considerara “una de las más grandes proezas que se escribieron en nuestras luchas por la independencia”.
La guerra no fue suficiente para que su corazón y su pensamiento se apartaran de Amalia Simoni, el gran amor de su vida, quien también escribió gloriosas páginas en la manigua, donde dio a luz a Ernesto, el primogénito de El Bayardo.
Las cartas de Agramonte a su esposa son irrefutable muestra del cariño que profesaba hacia ellos y la pequeña Herminia, a quien no conoció pues la muerte le sorprendería en el Potrero de Jimaguayú, el 11 de mayo de 1873, con solo 32 años de edad.
Ni el balazo en la sien derecha y ni su profanado cadáver impidieron que el Mayor General Ignacio Agramonte se irguiera en la inmortalidad y condujera a generaciones de cubanos hasta la definitiva victoria.

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