por: Elson Concepción Pérez
Destruir Unasur, dividir la Celac, hacer colapsar Petrocaribe, equivale, para esa extrema derecha y sus amos del norte, a un triunfo que será bien remunerado, donde los Pompeo, Bolton, Marco Rubio, Elliot Abrams y el propio Trump no escatiman esfuerzos para esos propósitos
Frustrados, quizá, por los fracasos en su plan contra Venezuela y por no lograr los resultados exigidos por la administración de Donald Trump, varios mandatarios, representantes de la derecha y ultraderecha sudamericana, acaban de firmar un documento para crear lo que llamaron Foro para el Desarrollo de América del Sur (Prosur).
Al margen de los objetivos de consolidar la aplicación de políticas de derecha en la región; fortalecer el plan de privatizaciones, paquetazos y otras medidas contra los más desposeídos, la naciente institución tiene en su mira inmediata acabar con Unasur y de paso fracturar la unidad de los países de esa región, además de continuar fomentando, bajo la égida de Washington, todo tipo de acciones contra Venezuela, la Revolución Bolivariana y el presidente constitucional Nicolás Maduro.
La sede no pudo ser mejor y el anfitrión perfecto: Chile y su presidente Sebastián Piñera. Y si algo falta a esta apreciación, dejemos que sea Juan Guaidó, el impostor autoproclamado presidente interino de Venezuela, quien con su explicación a los convidados del porqué no pudo asistir a la cita nos aclare la naturaleza del encuentro: «Agradezco la invitación de países hermanos a ser parte de este día histórico en la unión de nuestros pueblos. Nos encontramos organizando a toda Venezuela para cesar la usurpación, que será el triunfo de la democracia, la libertad y el retorno de la estabilidad en América del Sur», tuiteó.
Ese es el escenario donde nace Prosur con vientos que soplaban del Norte, un engendro cuyo objetivo se fundamenta en destruir la Unasur, organización fundada en 2008, que agrupaba a todos los países de esa área geográfica y que creó muchas expectativas de solidaridad, unión y desarrollo común, durante los gobiernos progresistas de Cristina Fernández en Argentina, Lula y Dilma en Brasil, Evo Morales en Bolivia, Hugo Chávez en Venezuela, y Rafael Correa en Ecuador.
Ahora la derecha y la extrema derecha han creído que llegó su momento y saben muy bien que, aprovechando las debilidades de la izquierda, recibiendo el apoyo total por parte de Estados Unidos y fracturando lo que fue una incipiente unión sudamericana y latinoamericana, pueden avanzar más rápido en sus objetivos.
Destruir Unasur, dividir la Celac, hacer colapsar Petrocaribe, equivale, para esa extrema derecha y sus amos del norte, a un triunfo que será bien remunerado, donde los Pompeo, Bolton, Marco Rubio, Elliot Abrams y el propio Trump no escatiman esfuerzos para esos propósitos.
El otro objetivo de Prosur es echar abajo la Revolución Bolivariana y el gobierno del presidente constitucional Nicolás Maduro. Quizá por ello la insistencia en que Guaidó asistiera a la cita de Chile.
Allí se encontraban Mauricio Macri, con su Argentina entregada a los designios del Fondo Monetario Internacional; el brasileño Jair Bolsonaro, tildado como el «Trump del trópico», el mismo que a su llegada a la capital chilena dijo que «intentará junto a los demás presidentes sudamericanos sellar el final de Unasur».
También concurrió Iván Duque, con las riendas de una Colombia en la cual mueren cientos de líderes sociales e indígenas sin que se haga justicia y donde el propio presidente insiste en echar abajo los Acuerdos de Paz firmados con las FARC y, por supuesto, el anfitrión Sebastián Piñera, absorto en el fomento de una derecha subordinada a Washington de tal manera que hasta regaló al presidente Trump una bandera estadounidense con la chilena pequeñita insertada, que da la imagen de aspirar a ser una estrella más de ese estandarte.
Mención aparte para Lenín Moreno, el presidente ecuatoriano, el mismo que ya desalojó a la Unasur de su sede construida en el llamado centro del mundo, cerca de Quito, y que decidió echar abajo el monumento a ese grande de la integración sudamericana, Néstor Kirchner.
También formaron parte del convite desintegrador de la unidad de América del Sur, los presidentes de Perú y Paraguay, sin mucho protagonismo, pero fieles peones de lo que diga Washington.
La historia recogerá muy pronto el nombre de estos personajes como perfectos comodines de la administración Trump, empeñada en volver a la época de la Doctrina Monroe con Latinoamérica como su patio trasero.
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