El lago de los cisnes llora.

Por Jorge Luis Delgado Felipe.
El tutú y las zapatillas cayeron, un silencio largo hay en el Ballet Nacional de Cuba. Alicia Ernestina de la Caridad Martínez del Hoyo, nuestra Alicia Alonso, la  gloria del ballet clásico ha muerto en su Habana.
 
Cádiz y Jerez de la Frontera en España fueron cuna de sus inicios en el ballet, allí aprendió de las castañuelas y los primeros pasos de las danzas españolas.
El vals del Cascanueces, el pas de deux, vieron a la luz de la fama de la delgada joven que se imponía en los más importantes escenarios del mundo.
 

La protagonista de Giselle, desde MIL 942 comenzó a perder la visión, a pesar de ser operada dos veces en la década del 40, se esmeró en su técnica depuradísima y en su versatilidad estilística, estudiando roles y modos que luego puso en práctica sobre el escenario.
 
Bailó con todos los destacados partenaires masculinos de su tiempo, aunque su inseparable hasta 1960 fue IGOR YOUSKEVITCH, con el que llegó a tener una complicidad escénica legendaria.
Alicia Alonso es considerada, cronológica y estilísticamente, la última gran diva del ballet, y como expresó un laudatorio poeta "su monumento con respiración".
 
Es Alicia, nuestra cubana  e internacional Alicia Alonso la bailarina más integral, la que más tiempo calzó las mágicas zapatillas de puntas; la que apareció en alguna escena coreográfica pasado el umbral de las nueve décadas; la que, a pesar de estar ciega bailó gran parte de su vida.
 
La que recorrió el mundo más veces y llevó su fino arte de tutú y zapatillas a los más importantes teatros de este mundo que hoy la despide de pie, entre aplausos y lágrimas, un coro de ángeles acompañan su último paz de deux, mientras las bellas zapatillas van cayendo poco a poco sobre el frio entablado de su última puesta en escena.
Murió Alicia Alonso, el ballet mundial hace silencio, el suave ritmo de sus pies    dan sus últimos compases, el sol se opaca, cae el telón de la rica vida de la mujer símbolo.