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viernes, 26 de enero de 2018

Sin Lula es fraude.

Por: Roberto Morejón
La parcializada e insostenible ratificación de una sentencia por supuestos actos de corrupción contra el expresidente de Brasil Luiz Inacio Lula Da Silva   acentúa la falta de credibilidad del sistema político y judicial de ese país.

Anteriormente, Brasil fue estremecido por la escandalosa separación de la ex Jefa de Estado Dilma Rousseff por un golpe palaciego, en lo que representó un capítulo de la vendetta de la derecha contra el Partido de los Trabajadores y su líder por su vindicación social.  Ahora es Lula a quien consideran deben apartar del ruedo político y se valen de un amañado proceso judicial.


Una ola de justificadas protestas levantó la decisión de los tres jueces de un tribunal regional de ratificar la sentencia del magistrado Sergio Moro contra Lula Da Silva, por alegados casos de corrupción con respecto a la trama de la compañía Petrobras.

Múltiples voces denunciaron la inconsistencia de los magistrados porque las imputaciones contra el acusado se basan en afirmaciones de testigos comprometidos con la fiscalía a cambio de recibir indulgencia en el procedimiento de sus casos.

Resulta hipócrita inculpar a Lula en un país resquebrajado por las denuncias y sospechas de corrupción contra políticos tradicionales, empezando por el presidente no electo Michel Temer.

El presidente de facto de Brasil es el primero en funciones que enfrenta cargos por corrupción y superó angustiosamente el año pasado un juicio y dos imputaciones de la fiscalía.

El juez Sergio Moro, a la cabeza de la cruzada anti Lula, ni siquiera disimula su ojeriza contra el líder obrero, divulgó conversaciones grabadas sostenidas por el acusado y se atrinchera en lo que califica de “convicciones” e “indicios”.

Moro fue el mismo que se presentó en 2016 ante la vivienda del presidente más popular que ha tenido Brasil y lo condujo a una comisaría, a pesar de la promesa de Lula de acudir voluntariamente al interrogatorio.

Todo lo ocurrido confirma las denuncias del Partido de los Trabajadores de que su líder sufre persecución porque constituye el único antídoto contra la enfermedad del sistema político, la falta de credibilidad.

Los conservadores y la prensa corporativa temen a la popularidad de Lula y su eventual triunfo en las venideras elecciones presidenciales.

Para Estados Unidos y la derecha en América Latina sería una magnífica noticia apartar a Lula de la carrera electoral en Brasil. Pero se equivocan los enemigos de la postulación de Lula al confiar en la neutralización del malestar popular por el acoso al dirigente.

Vuelven a fallar el tiro cuando sueñan con mellar la voluntad del ex Jefe de Estado, quien dijo que perseverará en las apelaciones y no se rendirá.

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