...

HOY NOTICIAS:

... ...
...
English French German Spain Italian Dutch Russian Portuguese Japanese Korean Arabic Chinese Simplified
... ...

martes, 26 de enero de 2021

Noviazgos prolongados


Por  Ricardo Benítez Fumero

Todavía a mediados del pasado siglo XX, en Cuba hubo noviazgos que, por diferentes causas, se prolongaron por décadas /Foto: Internet
 

Cuando era más pequeño no comprendía el aserto del abuelo José acerca de que su hija Margarita y su novio Armando habían venido al mundo para acabar con los muebles de la casa. Mientras decía esto, apartaba un viejo sillón desencolado y con los balancines peligrosamente destarugados.
 

Más tarde caí en la cuenta de que se refería a los noviazgos fuera de serie, los que se prolongaban hasta el infinito por una razón u otra. En el batey abundaban tales relaciones y, a veces, constituían motivo de conversaciones familiares durante las cuales solían salir muy mal parados.
 

Margarita y Armando decidieron hacerse novios apenas ella estuvo en edad de merecer. Por aquel entonces Armando tenía un buen trabajo en la ferretería de don Fico, y su idea era casarse de inmediato y establecerse ambos en el pueblo, pero los avatares de la vida hicieron que Armando perdiera la colocación y todos los planes se vinieran abajo.
 

Armando la visitaba jueves y domingos, comía casi siempre con sus futuros suegros, y el resto del tiempo el par de tortolitos hablaban de cuanto les pasara por la cabeza y se lamentaban de su mala situación económica. El tiempo, implacable, fue transcurriendo y ambos novios fueron envejeciendo sentados encima de comadritas, sofás, sillones y taburetes. Si alguien estaba contento, era el carpintero del batey, porque siempre había trabajo para él.
 

Al final se casaron, cuando el abuelo José decidió cobijarlos en casa, con participación en las labores de la finquita. Desde luego, no lograron tener hijos, porque la edad fértil de Margarita había pasado. Con el andar de los días sus vidas fueron acomodándose a la de los demás vecinos.
 

Margarita y Armando no fueron los únicos: una hija de Chucho Diéguez y su novio rompieron cuántas butacas y sillones le permitió tan prolongada situación. No perdieron el tiempo mirando las musarañas y, cada vez que un dinerito caía en sus manos, se compraban algo útil para el futuro hogar. Después de consumado el matrimonio duró poco, porque el flamante marido tuvo la mala ocurrencia de morirse apenas degustadas las mieles del himeneo.
 

Por suerte, no todas las parejas del batey siguieron a pie juntillas las viejas tradiciones del noviazgo ancestral, para no dar qué hablar. En un momento dado, las parejas se rebelaban, la novia se fugaba con su amado y, al menos, evitaron a la familia el constante arreglo de los muebles caseros.



 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...